lunes, 20 de diciembre de 2010

Closed eyes. XXIII

Me encontré con la mirada acusadora de mi madre en el salón. Me miraba con esa cara tan suya, de asesina que podía achantar a cualquiera. Quizás, porque había sido la única persona que me había infundido verdadero respeto en toda mi vida. Sólo la tenía a ella, a nadie más...

Thomas quería formalizar nuestra relación, pero no era algo que deseara. Sabía que lo hacía por mí, por su beso con Anne, y para demostrarme que era capaz de estar sólo conmigo. No podía, no, ni tampoco quería tenerlo conmigo, abrazándome, sin ser dueña de su mente. Una sensación de dolor, se había quedado a vivir en mi pecho desde el momento en que me lo pidió, y permaneció cuando me preguntó las causas de mi negativa.

-Claire... Claire -habló bajito, controlando su voz mientras me miraba dolido.- Yo te quiero, te amo, quiero estar contigo, sólo contigo. Y tú... me quieres. ¿Por qué no quieres salir conmigo?
Su voz se había elevado, perdiendo todo el control sobre sí, suspiró mientras se tapaba la cara con las manos. Suspiré al escucharle, hice una mueca aprovechando que no me miraba para luego negar con la cabeza.

-Thomas... -levanté la mano para acariciar su pelo, me detuve por el miedo a que me rechazara y dejé caer la mano a mi costado.- No quiero que te sientas obligado a hacerlo, y ambos sabemos que éste es el caso...

-No, no. Es ridículo... yo he hecho miles de cosas por ti, gracias a mí encontraron a Ni.. -y de pronto enmudeció. Fruncí el ceño al escucharle, entonces lo comprendí. ¿Qué había hecho? Había conseguido que lo mataran, ¿por qué? Era una persona a pesar de todo, una persona que tenía familia, casa, trabajo... y sentimientos.

-¿Cómo que gracias a ti? ¿Qué hiciste Thomas? -me levanté del sofá con rapidez. Negué varias veces resoplando, enfadada, y sobre todo, decepcionada. Describí pequeños círculos alrededor de la mesa, nerviosa, esperando su respuesta durante unos largos minutos que se hicieron interminables.