martes, 6 de julio de 2010

Closed eyes. XVII

Nadie te decía nada. Todos pasaban a tu lado y cuando les preguntabas hacía como que no habían escuchado nada. Sólo un simple eco...

Me senté en uno de los pasillos, esperando sola, después que la enfermera que se había quedado conmigo tuviera que irse. Desde nunca me gustaron los hospitales, para mí simboliza la muerte, desde que con nueve años tuviera que ver a mi padre en una de esas camas luchando por su vida. Al final todo terminó en el cementerio.

Me mordí las uñas, nerviosa. ¿Qué estaría pasando? Pero nunca me imaginé ver a quienes vi allí. ¿Cómo se había enterado Thomas?

Acababan de dar las siete en punto y no había nadie por los pasillos, excepto yo. Sólo cerré un momento los ojos, me dolía el cuerpo y estaba demacrada tanto físicamente como psicológicamente. Cuando de repente me sobresalté al notar como alguien me zarandeaba. Abrí los ojos y me los froté al no ver nada.

Miré a mi lado y vi a Thomas agachado frente a mí. Lo miré y desvié la mirada al instante, no pude hacer como si no hubiera pasado lo que vi.

-Lo siento-susurró abrazándome.

¿Por qué lo decía?¿Por qué había besado a otra diciéndome que me quería o por qué mi madre estaba muy mal? Lo miré a los ojos, separandome un poco de él. Negué con la cabeza haciéndole saber que no tenía ni idea de por qué lo decía.

-Por lo de tu madre, me lo ha dicho mi padre-susurró antes de intentar besarme. Le puse la mano en la cara y le empujé hacia atrás.-¿Qué pasa?

-Te he visto besándola. ¿A qué juegas?-pregunté muy bajito. Miró fijamente una pared mientras entrelazaba sus dos manos.

-Yo no juego a nada. Sé lo que quiero...-me miró a los ojos.-Y te quiero a ti, no a ella. Tú nunca me fallarías...

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